jueves, 5 de noviembre de 2009

¿Me preguntas si debes enviarme mis libros? Te pido por Dios que me liberes de ellos. Ya no quiero que me guíen, que me exciten, que me estimulen: aquí me basta mi corazón. (…) Porque tú no conoces nada más desigual, ni más variable que mi corazón. Amigo mío: ¿necesitaré decírtelo, a ti que has sufrido más de una vez viéndome pasar de la tristeza a la alegría más alborotadora, y de una dulce melancolía a la pasión más violenta? Trato a este pobre corazón como a un niño enfermo, le concedo cuanto deseo tenga. Pero no se lo cuentes a nadie, hay gente que lo tomaría a mal.
— El joven Wherther, Goethe.

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